• Misión Anual 2020 (2): escuchar con el corazón

    La Misión Anual 2020 nos invita a hacer de la escucha activa una práctica diaria y a escuchar con el corazón cada vez que se nos brinde una oportunidad.
    La escucha con el corazón nace de la confianza en que el encuentro entre dos personas puede ser muy enriquecedor. No es simplemente un intercambio de información que resulta útil para los intereses de uno y otro, sino que estimula la creación de un vínculo entre ambos a partir del cual a uno le importa el otro. Cuando concedo importancia a alguien, se realza el valor de su persona, empieza a ocupar en mí un espacio que antes no tenía, aprendo a ver a través de sus ojos, y resuenan en mi corazón las mismas vibraciones que laten en el suyo.


    En un encuentro como ese, tan genuino, me puedo ver afectado emocionalmente cuando me abro a escuchar; pero no tengo miedo cuando escucho con el corazón: una expresión de alegría se me contagia, una expresión de tristeza me conmueve, la rabia que me expresa quien me habla me alerta contra la ira que hay en mí, y el odio que le avergüenza me interpela sobre los límites de mi tolerancia. Al reconocer en mí sus emociones, ya no son solo suyas; sus sentimientos no son ajenos a mí; por eso, en lugar del miedo por lo que nos encontramos, generamos confianza y hasta una cierta complicidad porque nos sentimos ambos reos de unas pulsiones que tanto él como yo tenemos.


    Cuando escucho con el corazón los pensamientos de otra persona también concedo importancia y valor a su punto de vista; si son distintos de los míos, en lugar de rechazarlos, los valido, les concedo un lugar propio, y aprecio que son fruto de una perspectiva singular que puede aportar luz para comprender un problema. Si son similares a los míos, no me conformo con la aprobación mutua, sino que confío en que a través del diálogo se pueden abrir nuevos significados que nos permitan ir más allá de lo que creemos cierto.


    La escucha de corazón pone en juego la totalidad de la persona: sentimientos, pensamientos, actitudes. Dos torrentes de vida entran en contacto y suman su caudal; en esa relación no tiene sentido el cálculo de beneficios, no hay lugar para querer prevalecer por encima del otro, y los juegos de poder se disuelven porque no es importante tener razón o llevar el control. Lo relevante en la escucha de corazón es ser partícipes, sentirse compañeros, abrazar la ocasión de un encuentro para darse la oportunidad de un descubrimiento.


    Dos personas que se expresan y escuchan con el corazón se relacionan como si fuera la primera vez, con la espontaneidad de quien sabe que se puede encontrar sorpresas, y con la autenticidad de quien no tiene nada que ocultar. No se hacen trampas con las expectativas, y  suspenden los juicios previos que cada uno pueda tener, porque siempre son engañosos. Tanto las expectativas, que nos hacen fijar la mirada en el futuro, como los prejuicios, que tienen su raíz en el pasado, nos impiden mantener la atención en el presente, que es el escenario en el que se desvela la realidad más auténtica de dos personas que quieren poner en práctica la escucha con el corazón.


    La Misión de 2020 nos invita a escuchar con el corazón cada vez que se nos brinde la oportunidad. Sin duda, aceptar este reto nos pone en sintonía con quienes nos rodean y con nosotros mismos, y nos abre las puertas a una relación más armónica con el medio en que nos relacionamos.

  • Aprender a escuchar

    Un discípulo, antes de ser reconocido como tal por su maestro, fue enviado a la montaña para aprender a escuchar la naturaleza.
    Al cabo de un tiempo, volvió para dar cuenta al maestro de lo que había percibido.
    -He oído el piar de los pájaros, el aullido del perro, el ruido de relámpago…
    -No -le dijo el maestro-, vuelve otra vez a la montaña. Aún no estas preparado.
    Por segunda vez dio cuenta al maestro de lo que había percibido.
    -He oído el ruido de las hojas al ser mecidas por el viento, el cantar del agua en el río, el lamento de una cría sola en el nido.
    -No -le dijo de nuevo el maestro-. Aún no. Vuelve de nuevo a la naturaleza y escúchala.
    Por fin, un día…
    -He oído el bullir de la vida que irradiaba del sol, el quejido de las hojas al ser holladas, el latido de la savia que ascendía por el tallo, el temblor de los pétalos al abrirse acariciado por la luz.
    -Ahora sí. Ven, porque has escuchado lo que no se oye.

  • Misión Anual 2020: Desarrollar la escucha activa.

    Compartir un objetivo común con un grupo de personas, ya sean afines o desconocidas, es una experiencia muy estimulante y tiene un componente cautivador, porque nos hace sentir cómplices en una meta que está más allá de nosotros mismos. Si además ese objetivo pretende un cambio, aunque sea  pequeño, hace resonar en nuestro interior la confianza en que todavía es posible levantar la cabeza por encima de unas circunstancias que no siempre son favorables. Sentimos que nuestra fuerza se multiplica y que no es solo nuestra; y sobre todo sentimos que no estamos solos.

    La Misión Anual ejerce sobre los miembros de Cafh efectos similares, y la abrazamos convencidos de que tiene sentido aunar esfuerzos en una misma dirección. Sobre todo, cuando esa dirección compartida apunta al bien común. En 2020 la Misión nos anima a hacer “un aporte concreto desarrollando plenamente la habilidad de la escucha activa”. Una primera aproximación a este planteamiento nos desvela que están ahí contenidos algunos de los vectores básicos que inspiran a los compañeros de Cafh como camino espiritual:


    “Hacer un aporte concreto” nos sugiere superar idealizaciones que pueden mantenernos alejados de una realidad que lo que nos pide es actuar aquí y ahora. Casi siempre es más fácil fantasear sobre cómo deberían ser las cosas que dar un pequeño paso para mejorar el sitio en el que nos encontramos. Sin embargo, un paso detrás de otro, una y otra vez, nos aproximan al lugar deseado. Repetir con mucha frecuencia que es importante escuchar a quien está contigo nos puede hacer creer que realmente escuchamos; pero solo cuando dedicamos un tiempo concreto en un espacio determinado a escuchar activamente a otra persona podemos decir que estamos de hecho escuchando. La oportunidad de la escucha no ha de diluirse en el “ya nos veremos y hablamos”, sino que puede manifestarse en el “ya que estamos aquí, hablemos, si te parece”.

    “Desarrollar plenamente una habilidad” nos incita a poner el foco en nuestras propias posibilidades, y a comprometernos en ser nosotros mismos quienes propiciemos la rara práctica de la escucha activa. En lugar de quejarnos por el hecho de  que “la gente no escucha”, aprendamos a escuchar. En lugar de criticar a quien no escucha, dispongámonos a entender qué hay en él que se lo pone tan difícil, y reconozcamos que también en nosotros se da ese mismo obstáculo. En lugar de desistir porque no es una práctica habitual en nuestro entorno, confiemos en nuestras posibilidades y cultivemos el don de la escucha activa.

    La escucha activa puede ser una insignia propia de quien está entusiasmado con su desenvolvimiento espiritual, porque nos vincula íntimamente con nuestro entorno más próximo y nos ayuda a centrar la atención en las personas en el momento presente. A través de la escucha activa nos des-centramos: abandonamos la ensoñación infantil de ser el centro del universo para reconocer que solo crecemos cuando damos al otro espacio y lo incluimos en nuestra vida.

    Escuchar activamente no es solo recibir información; es dar la oportunidad de expresarse. No es solo prestar oídos; es lanzar un puente entre dos almas. No es una técnica para el éxito comercial o profesional; es un actitud para la participación y la inclusión de las personas: para la expansión de la conciencia. 

    En cualquier caso, la escucha activa siempre es una buena práctica para la vida cotidiana.

  • ¿Por qué una Misión Anual?

    No es fácil unirnos en una acción común para el bien común durante todo un año.

    Más allá de las diferencias y de la diversidad de todos nosotros, podemos unirnos cada año en esta acción común.

    Realizarla, multiplica su efecto y su dimensión y hace efectiva nuestra unión.

    Podemos imaginar la dimensión que una acción concreta de bien alcanza cuando un grupo humano la realiza en común?

    No estamos acostumbrados a tener esa visión que va más allá de la visión personal habitual.

    Al realizar esta acción en común, estrechamos lazos que nos unen a otros compañeros que no conocemos y a quienes quizá nunca veremos. Nos permite unirnos más allá de las características individuales de cada uno.

    Esta realidad nos enseña también que para hacer un bien, basta con concretar ese bien en lo cotidiano.

    Y que realizarlo día tras día da un alcance insospechado a nuestra vida y a la de quienes nos rodean. La Misión Anual es nuestra unión anual concreta con otros miembros de Cafh para realizar un bien para todos.

    Consultar aquí la Misión Anual 2020